Cuestionando el proceso.
Sé que a veces, cuando estamos construyendo cualquier proyecto, y esforzándonos por dar los mejores resultados, sentimos que estamos haciendo todo lo que nos corresponde, pero los resultados no llegan tan rápido como quisiéramos. Es como si estuviéramos atrapados en un ciclo en el que, por más que empujemos, las cosas no se mueven a nuestro ritmo.
Y la realidad es esta: no siempre podemos acelerar el proceso, hay tiempos, ciclos y procesos que tenemos que vivir y lo que único que nos queda es confiar en él.
Hay momentos en nuestra vida como creadores de contenido en los que el ciclo no está a nuestro favor, y es justo ahí cuando nuestra fuerza mental, nuestro trabajo interior y nuestras herramientas espirituales se convierten en nuestros mayores aliados.
Imagina que necesitas salir de casa a trabajar, pero está lloviendo a cántaros. Podrías maldecir la lluvia o puedes salir preparada con impermeable, paraguas y botas, sabiendo que la lluvia es temporal, pero inevitable. Así es el proceso de creación y crecimiento. A veces, las circunstancias no están bajo nuestro control, y lo único que podemos hacer es soltar y confiar, prepararnos mental y emocionalmente para seguir adelante, sin detenernos por las tormentas pasajeras.
La lectura, al igual que la creación de contenido, también sigue su propio ritmo. No podemos forzar el momento en que una historia nos transforma o cuando encontramos ese libro que nos cambia la vida. Al igual que con nuestros proyectos, necesitamos paciencia y confianza en el proceso, sabiendo que cada página, cada esfuerzo, nos acerca a un nuevo entendimiento.
En esos momentos en que parece que nada se mueve, los libros nos enseñan que todo tiene su propio tiempo. Al igual que en una historia bien contada, las revelaciones más profundas llegan cuando menos las esperamos. Todo lo que podemos hacer es seguir leyendo, seguir creando, y confiar en que cada paso cuenta, aunque no siempre veamos el progreso de inmediato.
La constancia, al igual que el amor por los libros, es lo que nos permite atravesar esas tormentas, sabiendo que después de cada lluvia, siempre viene la calma.
Abrazos,
Nat.