Después de las mariposas: cuando el pasado toca el timbre
¿Alguna vez has sentido que el pasado vuelve para exigirte una explicación? A veces llega como un recuerdo, otras como un arrepentimiento… y en este libro, llega literalmente tocando el interfono.
Leí Después de las mariposas con un nudo en la garganta. Desde la primera página, cuando un hombre muerto desde hace 23 años quiere hablar con Mariela, supe que estaba a punto de entrar a un espacio narrativo donde la realidad se tambalea. Pensé que era realismo mágico. Pero no. Es realismo emocional, crudo, íntimo y a veces difícil de mirar de frente.


Una historia de Mariela, no de Jaime
Aunque la sinopsis habla de dos voces, la novela le pertenece a Mariela. Y eso se agradece. Me conmovió profundamente su historia de abandono, duelos múltiples, silencios forzados, violencia cotidiana. Una mujer que nunca tuvo red de apoyo —ni siquiera en su familia— y que aun así intentó comerse el mundo a mordidas. El mutismo de Jaime tiene sentido al final, pero durante gran parte de la novela lo sentí lejano, ausente. Casi un pretexto para que Mariela se escuche a sí misma.
Padres que hieren, amores que duelen
El personaje que más me sacudió no fue un amante (aunque Pedrero es un imbécil profesional), sino el padre de Mariela. Un hombre miserable que se regodea en su poder, en su machismo, en la crueldad. Me cuesta entender cómo alguien puede ver a su hija derrumbarse y no hacer nada. Esa parte me dolió especialmente. También los múltiples hombres que rondan a Mariela sin estar a su altura: algunos ilusos, otros pusilánimes, todos insuficientes.
La violencia de género está tejida en cada página. Desde las decisiones que no se le permiten tomar a Mariela, hasta los techos invisibles que encuentra en cada intento por avanzar.
Las mariposas que anuncian la tragedia
La metáfora de las mariposas negras es uno de los hilos más bellos (y más dolorosos) del libro. No quiero arruinar la experiencia a quien no lo ha leído, pero cuando aparece la historia de Cristóbal, comprendí por qué se llama así la novela. Las mariposas no son adorno: son advertencia. Y lo que viene después de ellas es devastador. Esa parte me dejó en silencio un buen rato.
Jaime: ¿redención o despedida?
¿Se justifica Jaime? No. ¿Se comprende? Tal vez. Pero si no fuera por las últimas 20 páginas, habría pasado de noche en la vida de Mariela. Su ausencia pesa, pero no lo suficiente para anclar la novela en él. Y me gusta que así sea.
¿Y qué pasa al cerrar el libro?
Lloré. Un poco. Pensé en abrazar a mi familia. En no perder el contacto con mis amigos. En vivir más presente. En disfrutar más. Esta es una de esas novelas que no te suelta fácilmente. Que deja huella.
Si te interesa leer sobre vínculos rotos, sobre reconstrucción, sobre el perdón como acto político y personal… si quieres echarte una lloradita que te acomode las emociones, este libro es para ti.
💬 Te leo:
¿Alguna vez sentiste que alguien del pasado —literal o metafóricamente— volvió a tocar tu puerta? ¿Qué heridas arrastramos sin saberlo hasta que alguien nos las nombra?
Cuéntamelo en los comentarios. Y si ya leíste este libro, dime: ¿también quisiste gritarle algo a Pedrero?