El libro que llegó a mí en el momento justo
Coger y comer sin culpa: el placer es feminista.
Este libro llegó a mis manos, o más bien a mis ojos, gracias a mi amiga Gabby Cabañas, quien cubrió la presentación de la edición hecha por Útópicas en México y España. Y debo decir que esta edición es una joya: el maquetado, la portada, cada detalle hace que el libro sea HER-MO-SO. Un objeto que no solo se lee, sino que se siente, se toca, se admira.
Sabía que iba a ser un libro fuerte, crudo, incluso doloroso. Lo intuí desde el momento en que asistí a la presentación en La Pessoa, un espacio íntimo que permitió un diálogo hermoso con la autora. Pero durante mucho tiempo lo evité. No me sentía lista para enfrentarme a algo así. Pensé que sería una mezcla de biografía, ensayo y vivencias personales, y en parte lo es, pero es mucho más. Es una conversación, un espejo, un recordatorio de todo lo que aún nos pesa.
Primero, el título me llamó. Es una invitación a adentrarme en algo que sentía que necesitaba explorar. Pero fue escuchar a la autora lo que terminó de convencerme. Compré el libro, pero lo dejé reposar hasta que una amiga y yo decidimos hacer una lectura conjunta. Buscábamos algo “hardcore”, algo que nos confrontara, que nos hiciera reflexionar desde un lugar incómodo pero necesario. Y este libro lo es: confrontativo, pero también lleno de tacto.
Lo que dice el libro y lo que dice de nosotras
María del Mar Ramón habla desde un lugar íntimo, pero universal. Escucharla fue entender que este libro no es solo su historia, sino la de muchas. Es una conversación con otras mujeres sobre los dolores que nos atraviesan, sobre cómo reprimimos el placer para dar cabida a las expectativas, a las apariencias, a los demás.
La culpa, esa compañera silenciosa que nos sigue desde no sé cuándo, está ahí, arraigada en nosotras desde la religión, el pudor, las normas sociales. Nos enseñaron a no ser, a no preguntar, a no explorar. A desconectarnos de nuestros cuerpos, a dudar de nuestros propios deseos, a pedir permiso antes de existir.
El cuerpo de las mujeres es un territorio fiscalizado desde que somos niñas. Y este libro lo desmenuza con una delicadeza que duele. Con amor, pero también con una crudeza necesaria. Porque hay tanto que analizar, tanto que desaprender, antes de permitirnos disfrutar, antes de dejarnos conocer.
Mientras leía, me di cuenta de que mi relación con la comida es donde más placer encuentro. No sé de dónde viene, pero me cuesta admitir que disfruto más comer que hacer otras cosas. También noté la ausencia de placer en mi día a día. ¿Es que no lo observo, o es que simplemente no está ahí? Mi cuerpo, a veces, es una casa que abandono. Lo descuido, lo olvido, lo aparto del placer por falta de atención, por falta de tiempo, por falta de permiso.
El placer está en todas partes, pero sobre todo en la comida y en la intimidad, dos terrenos que parece que nos quisieran arrebatar, que nos han enseñado a suprimir para complacer a otros, para encajar en un molde que nunca nos perteneció.


Una lectura necesaria
No hay un capítulo más importante que otro. Cada uno toca fibras distintas, y cada quien rescatará algo diferente. Desde la sexualidad hasta la relación con nuestro cuerpo, María del Mar nos lleva de la mano por su narrativa, pero también por la nuestra. Este libro es tan personal que, aunque no hayamos vivido lo mismo, nos hace empatizar, nos hace sentir menos solas.
Su tono es íntimo, cercano, como una conversación entre amigas. Tiene tintes autobiográficos que nos permiten entrar en su intimidad, pero también en la nuestra. Es educativo sin ser condescendiente, ilustrativo sin perder calidez. Ver que mi experiencia no es única, que otras también se han hecho las mismas preguntas, me da esperanza. María no me lleva tantos años, pero siento que me habla desde un lugar de mucho conocimiento. Sus preguntas son las mías, y eso me hace sentir acompañada.
El feminismo es el hilo conductor de este libro. A través de él, María del Mar ha podido aclararse y aclararnos las dudas que surgen con cada experiencia. No es una narrativa exhaustiva, sino un tejido de vivencias y reflexiones que se entrelazan con la teoría y la práctica feminista.
Lo que queda después de cerrar el libro
Este libro me ayudó a identificar patrones en mi conducta que antes no tenía nombre. Ahora puedo ver con ojos más analíticos, más compasivos. Me ha dado un panorama más completo de lo que he estado viviendo, tanto en mis relaciones interpersonales como en mi relación con mi cuerpo.
Si me hubieran dado este libro a los 18 años, creo que muchas decisiones habrían sido diferentes. Es un libro vital para cualquier mujer: para las que se asumen feministas, para las que están iniciándose en el tema, para las que buscan seguirse educando. Y también para cualquier hombre que quiera entender desde la empatía.
Este libro es un regalo, una invitación a cuestionar, a sanar. Y, sobre todo, a recordar que el placer no es un lujo, sino un derecho.