violencia, amor y libros.
Gilmer Mesa es mi descubrimiento del mes.
Después de asistir a la semana de la novela negra en Querétaro, quiero compartir con ustedes una charla que me dejó una profunda impresión. Lo primero que tengo que decir es que Gilmer Mesa se ha convertido en mi autor revelación del mes. De manera errónea, al principio lo supuse mexicano, pero al buscar más sobre su trabajo me di cuenta de que no, es colombiano, y está brillando en el panorama literario con una fuerza única. Escucharle, junto a Carlos René y a Iris, fue una experiencia enriquecedora; su conversación sobre Aranjuez me resultó cautivadora e íntima.
Cuando pensamos en autores de novela negra, automáticamente imaginamos conversaciones sobre violencia, crimen o castigos severos. Pero con Gilmer Mesa no fue así. Al hablar sobre su obra, y especialmente sobre Aranjuez, tocó una fibra distinta: la del amor como el motor principal de nuestras acciones. Según mi interpretación, Gilmer nos invita a ver el mundo desde la premisa de que “el deber ser” debe estar guiado por el amor. Esta idea plantea que si nuestras decisiones y actos fueran motivados por el afecto, podríamos realmente transformar el entorno en el que vivimos.
En Aranjuez, Gilmer nos presenta la dualidad de la vida en una sociedad marcada por la violencia, donde "los pillos" y "los sanos" no son tan diferentes después de todo. En una comunidad sumida en la pobreza, la violencia se convierte en un lenguaje cotidiano, una forma de relacionarse. Mesa plantea que, en muchas sociedades latinoamericanas, hemos heredado una visión maniquea que no refleja la realidad. Los seres humanos somos contradictorios, y esa complejidad es la que nos define y nos conecta con nuestra humanidad. En su novela, Mesa crea arquetipos nuevos, y aunque la violencia está siempre presente, no domina cada acción, sino que se convierte en parte del paisaje.
Una de las preguntas que surgen al leer a Gilmer es: ¿cómo abordar la violencia de manera que no se sienta como leer las noticias? La respuesta está en cambiar el foco de los eventos históricos que todos conocemos, y centrarse en cómo esas circunstancias impactan a las personas comunes, a las familias, en su día a día. ¿Cuánta responsabilidad tenemos todos en la perpetuación de esa violencia?
Gilmer Mesa también reflexiona sobre un problema que me parece sumamente actual: el “sobrediagnóstico”. Vivimos en una era en la que sabemos qué está mal, pero no sabemos cómo curarnos. Y en el caso de Colombia, como señala el propio Mesa, en 205 años de historia, el país no ha vivido ni un solo día de paz. La violencia ha sido un constante hilo conductor, un síntoma que no cambia y afecta a todos. Esta realidad, según él, también está tocando profundamente a México, y es urgente que, como sociedad, evitemos la “domesticación del horror”, una apatía que nos vuelva insensibles ante la crueldad diaria.
"La violencia se vuelve una enfermedad del afecto y su cura es el mismo afecto. Un tratamiento desde el afecto, encontrar en nosotros mismos la afectividad para amainar con la violencia. Las revoluciones grandes no han funcionado, todas ponían afuera lo que había que buscar adentro, y cualquier revolución, creo, debe empezar por uno mismo".
En conclusión, Gilmer Mesa no solo me ha cautivado como autor, sino como una voz urgente y necesaria en estos tiempos. En un contexto en el que a menudo nos sentimos sobrepasados por la violencia, su llamado a buscar dentro de nosotros mismos una cura basada en el afecto es un recordatorio de que el cambio empieza en lo más íntimo. ¿Y si leemos Aranjuez juntos?